martes, 20 de diciembre de 2011

2001 - 2011

Pensé en titular de otra manera ésta entrada, pero no. No me parece que haya palabras para comenzar una apreciación o experiencia, como quieran llamarlo, acerca de lo que pasó hace 10 años. Sólo números, fríos y claros.


En diez años las cosas cambian mucho. La gente se recibe del colegio, tiene hijos, tiene parejas, se pelea, convive con alguien, fallecen familiares, deja amigos y genera proyectos. Tambien modifica actitudes y se pregunta muchas cosas. Se define y se queja de lo que pasó, lo que pasa, y lo que pasará. 


Hubo, hace una década, un sector que decidió hacer algo. Pero quiénes integraban a esa masa enojada, molesta, que sentía que estaba lastimada y que el gobierno de la Alianza les estaba echando vinagre y sal sobre las heridas?


Procedo a contar: yo tenía 17 años. Recién me había recibido del secundario. El verano de 2001 fue mi ingreso a una pequeña adultez: no me dejaban ser tímida, mis amigos me invitaban a lugares, empecé a empaparme del mundo gay en su esplendor familiar, me protegían. A la vez, definí cómo quería ser (estética y socialmente hablando) y pude encontrar otras personas con mis intereses. Unos amigos me soltaron la mano, y con ese rechazo conocí la independencia, y me valí por mí misma. Había fallecido mi abuelo y estaba de frente a la muerte cercana, al cuidado de mi abuela y a la rebelión adolescente en su pico. Había querido hacer mucho, en el plano del compromiso social y político desde la secundaria, y las trabas venían desde los directivos. Entonces me volví muy hastiada de todo, me cansé de lo que pasaba.


Los jovenes en la entrega de diplomas...
En diciembre había comenzado a trabajar en un bar en Av. de Mayo casi Tacuarí. El dueño, Jorge, era un viejito copado que, se decía, toqueteaba a las chicas. A mí siempre me respetó y jamás me propuso ni intentó hacer nada impropio. 
Trabajaba viernes y sábados, algunos jueves y domingos. Mi función era, sencillamente, servir lo que me pedían de las mesas (pocas) e informar acerca de las movidas nocturnas que rodeaban esa zona. Con mi conocimiento de inglés y la lenta llegada de los backpackers al país, pude contar con un éxito relativo y estaba contenta. En fin, me valía por mí misma, y tipo 3 y media, 4 de la mañana, podía ir a bailar, y entraba gratis. Antes las previas no duraban hasta tan tarde.


El día que se declaró el estado de sitio, miércoles 19 de diciembre, yo estaba mirando la tele con mi abuela. Mi abuela Isolina que tenía terror a que saliera a comprar a la calle porque estaban saqueando y no sabía lo que me podían hacer. El poder de la prensa: en Gerli - Avellaneda no se saqueó ningún supermercado, ni robaron para comer. Pero mi abuela me cuidaba. Salí a la puerta, hacía calor y el cielo estaba medio raro, no gris pero tampoco azul. Miré para ambos lados de la avenida, y la vida seguía girando.
El viernes tenía que ir a trabajar. "No va a haber nadie" me dijeron en casa. No importaba, yo no me quería quedar ahí. Se respiraba un aire de que ya no ibamos a ser más libres, que mi recién nacida libertad iba a morirse encerrada. Me tomé el colectivo (casi vacío) y llegué a Av. de Mayo. Caminé al bar: estaba con las persianas bajas, pero con gente adentro. Jorge me dijo que no iba a haber más movimiento que ese, que fuera a bailar si quería. Tambien me dijo que me cuidara, y que no fuera para el lado de la Plaza. "Ves esos canas? Bueno, son amigos. Si te pasa algo, venite corriendo para acá". En la esquina, los policías que cuidaban el local y sus alrededores me saludaron con la cabeza, mientras Jorge los señalaba.

Pregunté si Requiem abría. "En un rato" tiró seco el único patova en puerta. Estaban esperando que llegara gente, como siempre. Pero en cuanto llegaban, los hacían pasar, y cerraban la puerta. Fui a 9 de Julio. La avenida estaba vacía y había mucho silencio. Miraba para el lado de Plaza de Mayo, y recuerdo que estaba todo oscuro. No había bares ni kioscos abiertos. Me sentí muy valiente por estar ahí, pero a la vez, muy angustiada. Era como estar en la nada. Era como un comic de fin del mundo, apocalíptico. 
Sorpresivamente, aparecieron dos amigos. Me invitaron a tomar una cerveza con ellos. En la calle. Ellos se sentaron en el piso, yo me quedé parada. Pasó un patrullero, me quedé dura. Pensé "ahora me llevan presa, no tengo documentos, tengo la denuncia nada más". Pasaron. No podía creerlo. Mis amigos (uno de ellos, Pablo, que me cuidaba como a una hermana) me dijo "quedate tranquila". Se iban a la casa de un amigo, yo iba a Requiem. 
Entré y se cerró la puerta. Abajo había gente, estaban dando videos en pantalla gigante. Me acuerdo que me apoyé en una columna y miré "Repetition" de Information Society y "Loving the Alien" de David Bowie, juntos. No me olvidó más. Sentía un vacío tremendo y que cada nota me traspasaba. No entendía bien qué hacer ni cómo. Ya nada era igual.


En los 90's mi casa estuvo devastada. Despidos compulsivos, falta de oportunidades, trabajos esporádicos, necesidades. Allá por el '98, las cosas fueron tranquilizandose. Si hubiera tenido 18, hubiera votado a la Alianza un año antes. Confiaba en ellos. No quería más el modelo patético de los 90's, no quería ver como todos los días eran un "zafamos". No podíamos construir nada: ni proyectos, ni esperanzas. 


Ese diciembre de 2001 fue una vorágine. A mí me enojaba saber que los saqueos tenían la firma de Duhalde. Ver que había gente que robaba para comer y otros (los buitres) se llevaban televisores y cajas con sidra y cerveza. Tambien esa cosa de cacerolear enfrente al Alto Palermo, gente que antes no daba dos centavos por el que le revisaba la basura, ahora se abrazaba a la causa popular. La pantomina del clasemedio cuando le tocaban el bolsillo, pero que siempre cuidó su campito y se cagaba en el esfuerzo y la necesidad ajenos. 
Si, estaba llena de preguntas y la injusticia me enojaba más. Era ira, ira contra todos esos que durante tanto tiempo hicieron del deme 2 un dicho popular, mientras el grueso de la población se moría de hambre, se moría por dentro, se le moría la dignidad en el pecho cada vez que hacía una cola para conseguir trabajo y no los tomaban. Esa cosa insensible, que hoy tambien está presente. Eso de mirar al costado cuando nos obligaban a estudiar cosas que sabían no nos iban a sevir, y que nos obligaban a ser empleados mal pagos sin contrato ni cobertura. Gente de segunda, tercera, cuarta clase. Pero gente.
Murieron jovenes y no tanto. Esos políticos que hoy se llenan la boca desde la oposición hablando contra el gobierno democrático en el que vivimos, saben la gente que se cargaron? Cómo dormirán por las noches, sabiendo que diezmaron de sueños a una generación y se llevaron a varias personas a violencia y bala?


La misma gente, ayer, hoy y siempre
Saben cómo me doy cuenta de que las cosas han cambiado?  Porque ahora podemos desarrollar ideas, tener proyectos. Vemos algo que se puede mejorar, modificar o crear, y lo hacemos. SE PUEDE. Hace 10 años, lo único que podíamos hacer era tener miedo, tener bronca, tener lástima. 


Ya nada me asombra del mundo. Chicos que no saben qué pasó en 2001. Adultos que se quejan desde sus autos, yendose a la costa, que olvidaron cuando hacían trueques. Universitarios que, desde su amplio conocimiento, repiten sin pensar. Esa gente, tuvo pasado? Alguien los instruyó? Nadie les mostró la vida?


Creo que debemos comprometernos con nosotros mismos, para que nada de esto se repita. Señalar los errores, no callarse más. No dejar que la olla a presión estalle, tomar punto por punto lo que no nos gusta y decir "ésta es la razón". Tener fundamentos para quejarnos. No dejarnos humillar, ni por el de arriba, ni por el de al lado.


Disfrutemos, ahora que podemos, de la dignidad. Aprovechemos, ahora que la tenemos, de la posibilidad de proyectar. Generemos desde adentro, sostengamos lo que nos costó.


En 10 años la gente cambia mucho, pero mucha gente sigue igual. Está en nosotros luchar cotidianamente para no ver más chicos con hambre, gente en la calle, personas que sufren.                                    

sábado, 3 de diciembre de 2011

Desde cero

Empezar desde cero es siempre complicado, pero se hace.
Lo hicieron los inmigrantes, los perseguidos, los castigados por las crisis, los que decidieron que eso no les servía o les hacía mal, aún cuando la comodidad pudo haberlos calmado y sedado. Tambien los desesperados y esos a los que no les quedaba otra, como a mí ahora.

Empezar desde cero tiene mucho que ver con estar desprotegido, pero tambien con generar nuevas cosas. Es muy parecido a modificar algo que estaba tan mal que había que eliminarlo. O a que te tiren un baldazo de agua fría. Es todo eso y más, pero ante todo, es generar todo de nuevo, una oportunidad de, tal vez, hacer bien algo que no nos dejó del todo conformes y seguir avanzando en el camino correcto.
Ante tantas subjetividades, es natural perderse. Me imagino estar ante un abanico de posibilidades preguntandose cuál elegir, y que todo se base en TU opinión o experiencia. Miles de voces de afuera te pueden decir cualquier cosa, pero es innegable que la decisión debe ser tuya, a como de lugar.


Let's go ahead!


La frase que escuché estos ultimos días fue "Cuando Dios cierra una puerta, abre una ventana". Me imagino que pensandolo en términos de algo superior, se vienen grandes cosas para mí y me tengo que ir preparando bajando los decibeles laborales que estaban más que al máximo. Por otro lado, es una buena época para hacer otras cosas, más personales, así arranco el 2012 con todo. Pero subyace la sensación de que no hice las cosas bien o me faltan resultados. En fin, hay que confiar en lo que está hecho y lograr buenas bases para lo nuevo. Qué será? Seguramente lo que yo quiera y pueda hacer.


Cuántas veces tuvieron que empezar desde cero?